La UDEM me dio mucho más que una formación profesional; me hizo parte de una comunidad con pasión por el servicio, me regaló una visión humana de la salud y me heredó la convicción de que la excelencia se alcanza cuando se trabaja con el corazón.

Lo que más me ha marcado en mi trayectoria dentro de la UDEM es haber encontrado una comunidad en la que maestras, maestros y directivos han estado presentes tanto en los momentos más difíciles como en los más gratificantes.

Aquí, más que tratarme como un alumno, me han reconocido como un ser humano, y eso ha hecho toda la diferencia.

En la UDEM se vive el “cómo sí”: qué sí podemos investigar, cómo hacerlo y con quién colaborar. Esta mentalidad me inspira a actuar con enfoque propositivo.

Como dijo Hemingway: “Ahora no es el momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que hay."

Ser parte de la UDEM ha sido un viaje transformador que trasciende las paredes del aula, convirtiéndose en un espacio de innovación, inspiración y crecimiento compartido.

En la UDEM, he descubierto una comunidad vibrante que no solo abraza el conocimiento, sino que lo convierte en un motor de cambio, impulsado por la creatividad y la pasión.

Ser parte de la comunidad UDEM es una oportunidad que me llena de gratitud. Llegué como maestra pensando que venía a enseñar nutrición deportiva… y me encontré aprendiendo al "dar clase". Mis estudiantes me inspiran con su curiosidad, su energía y su capacidad de soñar en grande.

En cada clase hay risas, preguntas difíciles, momentos de conexión y muchas ganas de crecer juntas y juntos. Me emociona formar parte de un espacio donde el conocimiento se construye con sentido humano.

Estoy firmemente convencida de que este proceso no solo siembra una semilla en su formación, impulsándolos a desarrollarse como investigadores en licenciatura, maestría o doctorado y especialidad clínica, como ha ocurrido con algunos de mis ex alumnos, sino que también estamos entregando a la sociedad mejores profesionistas.